La Aviación y los relojes mantienen una antigua relación que se remonta a tiempos anteriores a que aquella fuera considerada independiente y autónoma. Ya los hermanos Wright vieron la necesidad de llevar en sus primeros y experimentales vuelos un reloj. Cierto que entonces no era específico para tal fin. El matrimonio Lindbergh, el aviador Santos Dumont y tantos otros pioneros de la aviación solicitaron a distintas marcas que les “construyeran” un guardatiempos que les ayudara en su cometido. Después, con el desarrollo de la aviación militar, los pilotos fueron demandando relojes que, como sus instrumentos de a bordo, facilitaban sus misiones. Y la relación se estrechó y dió notables frutos, algunos de ellos, auténticas leyendas, forman ya parte de la historia de la relojería. Sin embargo, aunque son muchos los que reclaman su pertenencia al mundo de la aviación, los que verdaderamente equipan a los profesionales son muy pocos. Entre ellos, el Cosmonaute de Breitling, el Longines Lindbergh que la marca creó en 1931 a petición del propio piloto con el sistema de navegación Weems, hoy en desuso, y, ¿por qué no?, el Omega Speedmaster que los astronautas del Apolo 11 llevaron a la Luna en sus muñecas.

Ahora, la aviación española cumple 75 años y, por supuesto, no es ajena a tan fructífero vínculo con la industria del tiempo. Marcas como BreitlingHamilton, Bell&Ross o la española Aviador han creado modelos específicos y conmemorativos para distintas escuadrillas de nuestro Ejército del Aire, más aún en un año de aniversario. Un motivo más que justificado para dedicar a la aviación y los relojes una serie de reportajes especiales que celebran tan indisoluble y estrecha relación.

Pero no sólo la aviación española está de aniversario. Patek Philippe, la más prestigiosa marca de relojes, cumple 175 años. Y, como no podía ser de otra manera, desde nuestras páginas queremos felicitar a todos aquellos que a lo largo de todos esos años han creado y siguen creando esos magníficos relojes capaces de medir nuestro tiempo, desde las más sosegadas horas hasta las más grandes complicaciones astronómicas, y que, a veces, nos hacen incluso escuchar la música del tiempo.