Se dice de Cartier que es el rey de los joyeros y el joyero de los reyes. Sin conocer la marca, esta afirmación puede resultar pretenciosa. Pero cuando «se entra en el universo Cartier», la magia actúa. Sí, hay un estilo propio Cartier, reconocible a distancia y una manera de guardar y conservar tan rico patrimonio. Un legado histórico y cultural que el Grand Palais de Paris mostró con orgullo.

Es rarísimo que los museos se aventuren a tal ejercicio con una casa en plena actividad. Sin embargo, Laurent Salomé, conservador jefe del patrimonio y director científico del conjunto de museos nacionales y Laure Dalon, conservador del patrimonio y adjunto al director científico de los museos nacionales, asumieron el riesgo. Y así lo explican: «Dedicar una exposición del Grand Palais a una empresa importante en plena actividad no es habitual. Para aventurarse a ello ha sido necesaria la conjunción de varios factores: una materia excepcional, en la que la historia es mal conocida a pesar de la celebridad del nombre; la reunión de un buen número de competencias y de buenas voluntades, la certidumbre, por parte de los comisarios, de encontrar con este tema la ocasión de poner en práctica un nuevo género, en un cruce de caminos, ampliando el campo de la historia del arte».

La temprana conciencia de patrimonio en la obra de Cartier ha facilitado en gran medida este proyecto. La casa conserva un fondo de archivos impresionante por su riqueza y su coherencia, una mina tanto para los diseñadores de hoy como para los historiadores autorizados a poner sus manos sobre secretos aún bien guardados. Iniciada a finales del siglo XIX, la conservación ha acompañado a la estrategia de la empresa, permitiendo, fundamentalmente a través de los registros de los clientes, los registros del stock o los archivos gráficos y fotografías, salvaguardar la pista de la gran mayoría de las piezas producidas y vendidas desde hace más de un siglo.

Es, sin duda, un enfoque pionero que ha llevado a la casa Cartier a conservar cuidadosa y meticulosamente su patrimonio. Un tesoro único y excepcional que es custodiado, registrado y puesto en valor por Pierre Rainero, director de la imagen, el estilo y el patrimonio de la marca. Él mismo nos cuenta cómo se llevó a cabo esta exposición:

«La idea de base partió del museo hace dos años y medio. Pero no era ni de lejos la primera manifestación organizada en torno a nuestra casa pues, ya en 26 ocasiones, diversos museos habían organizado muestras monográficas. La primera tuvo lugar en el Petit Palais en 1989, donde se presentaron objetos excepcionales y de alta joyería. Pero la marca estaba menos presente que hoy y aquello fue el verdadero inicio de su impacto hacia una dimensión artística y una demostración de que sabía permanecer fiel a sus valores. Hoy, 25 años después, ver tal reconocimiento en los orígenes de la casa es increíble.

¿Y cómo se hace esto? Cuando se confía el enfoque científico de la casa a un museo, se abren las puertas de la colección e incluso de lo reservado. Se abren también los archivos y los documentos. Las personas del museo se instalan aquí, quieren visitar también los otros museos que poseen piezas que les interesan para su proyecto. Las colecciones privadas les interesan mucho también pero ahí no podemos ponerles en contacto con los particulares.

En otros términos, se las arreglan por ellos mismos… Sí y no. Nosotros tenemos siempre una opinión pero son ellos quienes eligen lo que les interesa exponer.

¿Y se sorprenden alguna vez por sus elecciones? He de decir que como la visión de Cartier debe ser renovada, debo salir de la visión de todos los días. Debo permanecer abierto. Y además, cuando se trabaja más de dos años juntos se establece una relación de proximidad, nace la complicidad. Luego está la primera elección. Enseguida se pasa al montaje y esto equivale a reducir, mejorar y añadir y es en este punto que la colaboración debe ser perfecta. Y como respeto la formación científica de mis interlocutores, puedo proponer pero me prohibo a mí mismo imponer algo que ellos hayan rechazado a priori. Hay que darse cuenta de que, para ellos, es difícil hacer tabla rasa de aquello que ya ha sido expuesto en museos, y a veces resulta difícil también comprender el espíritu de la casa.

¿Qué representa la exposición del patrimonio Cartier? Es la expresión de un verdadero orgullo para los franceses, pues es un aspecto de la cultura francesa. Pero también representa la capacidad de integrar otras culturas. Normalmente la gente se sorprende por la inspiración de otras culturas en las creaciones de la marca. Descubren, a través del estilo Cartier, la noción del viaje.

 

Más allá de la exposición parisina, los responsables de preservar el patrimonio de esta histórica casa son conscientes de la riqueza artística y cultural que representa. Testimonio de un saber-hacer único que narra una leyenda que se inicia así:

«La historia comienza en 1847 cuando Louis-François Cartier se hace cargo del taller de Adolphe Picard, situado en el número 29 de la calle Montorgueil. Su hijo Alfred se une al negocio familiar en 1859, año en el que la boutique Cartier se traslada al número 9 del boulevard des Italiens. En apenas una docena de años, el pequeño taller parisino ha logrado atraer la atención de una clientela de renombre y alzarse con el rango de joyero, proveedor de la Casa Imperial.

El año 1898 marca un punto de inflexión cuando Alfred toma la decisión de asociar a su hijo mayor, Louis, al negocio que él mismo había heredado de su padre. La casa Cartier está ya considerada como una institución de prestigio y Alfred decide dejar el boulevard des Italiens y establecerse en las inmediaciones de la Place Vendôme y de la calle de la Paix.

Louis Cartier tiene 23 años, y sus dos hermanos, Pierre y Jacques, son aún demasiado jóvenes para implicarse directamente en el negocio familiar. Sin embargo, es bajo el patrocinio de esta fraternidad de joyeros educados en la tradición del oficio que Cartier va a experimentar un auge sin precedentes. Entre los tres, Louis, Pierre y Jacques, harán de la ya prestigiosa casa parisina una institución de renombre mundial, un imperio».