A JUZGAR POR LA EXPLOSIÓN DE MARCAS DE PRESTIGIO QUE SE EMPEÑAN EN CREAR BUENOS Y BELLOS RELOJES ESPECÍFICAMENTE PARA MUJERES, parece que la relojería femenina ha iniciado una gran ofensiva. Es como si, de nuevo, volviera a redescubrir a esta mitad de la población y se aplicara a satisfacer su demanda, a sabiendas de que son grandes consumidoras y de que el reloj, para ellas, está dejando de ser un simple accesorio de moda para convertirse en un objeto que no sólo define el estatus, sino que satisface una necesidad real. Aunque hay quien lo ve justo al revés; es decir, que son las mujeres las que han redescubierto la relojería, utilizándola como símbolo de poder. Sea como fuere, marcas de primer nivel como Patek Philippe, Audemars Piguet, Vacheron Constantin o Jaeger-LeCoultre, entre otras, se afanan en la creación de guardatiempos pensados ex profeso para ellas, dotándoles de carácter y, en muchas ocasiones, complicaciones útiles. “Las mujeres ya no quieren relojes de princesita, buscan relojes fuertes, que expresen su personalidad”, asegura, en estas mismas páginas, Octavio García.

Lejos quedaron los tiempos en los que se consideraba que las mujeres no tenían necesidad de saber qué hora era; más aún, estaba incluso mal visto socialmente que se interesaran por el tema. Pero, cómo ocurre a menudo, basta que algo se prohíba o se considere excluyente para que se convierta en un desafío. Y, ayudadas y animadas por el signo de los tiempos, que traían vientos de cambio en aquel final del siglo XIX y principios del XX, las mujeres conquistaron su derecho a llevar relojes de pulsera mucho antes de que los hombres se decidieran a hacerlo. Llevar un reloj en la muñeca se convirtió para ellas en símbolo de emancipación.

Entonces, como hoy, el interés de las mujeres dio a la incipiente industria relojera nuevos bríos. El esfuerzo de miniaturización y la creatividad que estos relojes requerían la hizo evolucionar. Pero lo hizo en beneficio de los relojes masculinos fundamentalmente. Convertidos en relojes de pulsera con el correr del siglo XX, fueron reduciendo sus mecanismos para poder disfrutar en la muñeca de complicaciones tales como los calendarios, los tourbillon, o los extraplanos, reservados hasta entonces para los de bolsillo. Y, más allá de las joyas, o como complemento a un buen trabajo orfebre, los relojes mecánicos femeninos pasaron a ocupar un segundo lugar en las prioridades de buena parte de la industria, que simplemente reducía el tamaño cuando quería vendérselo a las mujeres. Esto ha sido así hasta fechas recientes, en las que, como decimos, la relojería femenina se adentra, en este siglo XXI, por nuevos y fructíferos derroteros que prometen buenos tiempos.

¡Feliz Navidad!