Fallece a los 90 años de edad Hellmut Wempe, cuarta generación de la joyería alemana que lleva su nombre y que en la actualidad dirige su hija Kim-Eva Wempe. Recordado como un gran emprendedor, inteligente y apasionado, fue el artífice de la expansión del negocio familiar.

El pasado 29 de enero, a los 90 años de edad, el carismático Hellmut Wempe falleció en Hamburgo. Responsable de la empresa familiar hasta 2003, fecha en la que, con motivo del 125 aniversario de la misma, cede el testigo a su hija Kim-Eva Wempe, Hellmut fue un gran visionario y el artífice de la gran expansión de la compañía. 

Con él, Wempe, la gran relojería y joyería alemana, abre sus puertas primero en distintas ciudades de la república federal como Lübeck, Bremen, Francfort, Colonia, Munich o Berlín, y después, en 1980, en la Quinta Avenida de Nueva York. Un emblemático emplazamiento al que seguirían las boutiques de París y de Madrid. 

Espíritu previsor y atención a los clientes

Con espíritu previsor y prestando permanente atención a los deseos de los clientes, en 1997 continúa expandiendo el servicio técnico de relojería y amplía el taller de la casa matriz de Hamburgo. “Hoy en día, con un segundo centro en Glashütte, Sajonia, es uno de los mayores talleres de servicio técnico de un minorista europeo”, asegura la marca. 

Por su trayectoria profesional, Hellmut Wempe fue merecedor de varios premios que reconocieron su valiosa aportación y su dedicación al sector de la relojería y la joyería. 

En mayo de 2003, a los 71 años de edad, transfiere el negocio operativo a su única hija, Kim-Eva Wempe, pero él conserva su condición de socio. No es hasta comienzos 2022, 19 años después, que vuelve a transferir una importante parte de sus participaciones sociales a su hija, socia directora de Gerhard D. Wempe GmbH & Co. KG, y por primera vez cede una parte también a sus nietos Scott Hellmut y Chiara Marie Wempe.

Un pasión contagiosa

Elegante y clásico en su indumentaria -a menudo lucía un pañuelo en el bolsillo de su chaqueta-, Hellmut Wempe hacía gala de un gran sentido del humor. Su pasión por la profesión era contagiosa y notorio su poder de convicción y su viveza de espíritu. Si para los empleados su capacidad de innovación y su generosidad eran importantes rasgos de su personalidad, para sus socios comerciales, su integridad y su franqueza eran sus principales virtudes. 

Por todo ello, su legado personal a la quinta generación Wempe fue “no penséis solo con la cabeza y no miréis solo las cifras. Escuchad también lo que os dicta vuestro corazón”. 

¡Descanse en paz y que la tierra le sea leve!