Patek Philippe reúne en su nueva manufactura todos sus conocimientos dispersos hasta ahora en Ginebra. Es un edificio moderno, luminoso y sostenible con unas dimensiones semejantes a dos campos de fútbol y en el que la marca ha invertido 1.200 millones de francos suizos. Antes visitamos los Salones y el Museo Patek Philippe en Ginebra.
Desde la quinta planta la vista panorámica es inmejorable, el lago Léman se despliega en todo su esplendor. El Jeu d’eau se eleva hacia el cielo para dejarse caer después. Desde aquí la ciudad luce elegante y animada. Estamos en los Salones Patek Philippe de Ginebra, un edificio de gran interés histórico que la marca compró en 1891, y que, entre clientes y visitantes, actualmente recibe al año unas 80.000 personas, que encuentran allí la colección completa de Patek Philippe.
Nuestra visita ha comenzado admirando el salón Napoleón III, donde expertos empleados atienden con discreción y diligencia a los clientes. En otra sala, en una planta intermedia, el director de este emblemático lugar nos enseña la última creación de Patek Philippe. Es una pieza muy especial que nos desvela y nos hace oír con gran ceremonia. Se trata de la referencia 1938P, el repetición de minutos con alarma que Thierry Stern, presidente de la compañía, ha creado para homenajear a su padre en su 85 cumpleaños.
Cinco siglos de arte relojero
Cae la tarde sobre la ciudad, que va encendiendo sus luces tímidamente. La mañana ha estado dedicada al Museo Patek Philippe, empeño personal de Philippe Stern, hoy presidente honorario de la marca, que abrió sus puertas en 2001.
Ubicado en un espléndido edificio Art Déco íntegramente restaurado, este museo, abierto al público y que cuenta con cuatro plantas de 700 metros cuadrados cada una, alberga la historia misma de la relojería desde sus orígenes. Cinco siglos de arte relojero con unas 2.500 piezas de todas las épocas y estilos. A esto hay que añadir la impresionante biblioteca de casi 8.000 volúmenes dedicados al estudio del tiempo, la astronomía y, por supuesto, la relojería. Es, como dice la propia marca, “un homenaje a los relojeros de ayer y de hoy que se afanan en mantener un saber hacer exclusivo y transmitirlo de generación en generación”.
Pero por increíble que sea todo esto, es solo el aperitivo. El plato fuerte llegará al día siguiente con la visita a la nueva manufactura de Plan-les-Ouates.
Dos campos de fútbol
El día amanece frío en Ginebra y amenaza nieve, pero la ciudad sigue bullendo a buen ritmo, y el interés por la visita a la nueva manufactura, denominada PP6, se mantiene en sus máximos. Son dos días dedicados íntegramente a Patek Philippe, en los que volveremos a constatar en primera persona por qué sigue siendo la marca relojera más admirada y envidiada. Ginebra es su feudo, pero su poderío se extiende al mundo entero.
La primera vista de la nueva manufactura desde el exterior es realmente impresionante. La luz se refleja y hace brillar este gran edificio de 10 plantas, cuatro de ellas subterráneas, y 189 metros de largo por 68 metros de ancho. Unas dimensiones semejantes a dos campos de fútbol.
Cinco años y 1.200 millones de francos
Con la idea de agrupar en un mismo espacio todos sus saberes, aquí Patek ha reunido todos los talleres que tenía en Ginebra. Desde la producción de ruedas y piñones hasta el taller de alta relojería y grandes complicaciones, pasando por los oficios artísticos, el departamento de I+D, servicio al cliente, un auditorio o un espectacular restaurante en el ático con capacidad para 880 personas con vistas a las montañas del Jura, y un menú subvencionado en buena medida por la empresa.
Cinco años de concienzudos trabajos y una inversión de 1.200 millones de francos suizos han sido necesarios para que esta nueva manufactura, situada frente a la primera que Patek Philippe construyó en 1996 en Plan-les Ouates y que sigue en activo, abriera sus puertas, lo que ocurrió en 2020. Hoy, trabajan aquí 1.700 personas, de las 2.500 que trabajan en toda Suiza y de las 3.000 que lo hacen en todo el mundo.
La decisión de Patek de mantener la colección permanente más variada posible -con relojes simples, grandes y pequeñas complicaciones, relojes deportivos elegantes, de señora, de alta joyería, de alta artesanía…- con una oferta de más de 160 modelos diferentes, fabricados muchas veces en pequeñas series y equipados con una amplia gama de movimientos realizados en sus talleres, ha hecho necesaria la creación de nuevas áreas de producción.
Estilo contemporáneo y diáfano
De arquitectura muy contemporánea y diáfana, el edificio cuenta con grandes zonas acristaladas, pasillos de cemento pulido blanco y escaleras en forma de agujas de reloj tipo “hoja” de color bronce que recuerdan el estilo neoyorkino. Los espacios interiores están divididos en cinco bloques verticales separados por cuatro huecos de escaleras y una veintena de ascensores.
La planta baja y el primer piso se utilizan para la fabricación y el acabado manual de los componentes del movimiento (platinas, puentes, ruedas, etc). El segundo piso está dedicado al mecanizado, pulido manual y montaje de componentes (cajas y brazaletes), así como al engastado. Aquí se hacen también los distintos componentes para el servicio post-venta y se crean aquellos que cualquier modelo antiguo de la marca pueda necesitar para su perfecta restauración y buen funcionamiento, incluidas muchas veces las propias herramientas.
La tercera planta alberga el departamento de I+D en el terreno de los nuevos materiales y nuevas tecnologías, es decir, el Patek Philippe Advanced Research. Además de una unidad de creación de prototipos, y el taller de alta relojería, al frente del cual está el maestro relojero Didier Faoro, con más de 32 años en la casa, y un equipo de 120 relojeros también muy experimentados.
La cuarta planta es un espacio destinado a desarrollar y transmitir las técnicas de alta artesanía que Patek se compromete a preservar, tales como el grabado a mano, esmaltado, guilloché, marquetería, etc. Aquí también están los archivos de la marca, un espacio para la formación de relojeros y para la red de ventas, y un auditorio para 299 personas.
Finalmente, en el quinto piso se ubica el restaurante que, como decíamos, tiene capacidad para 880 personas.
Mejorar los componentes
A pesar del gran tamaño de esta nueva manufactura, Patek asegura que no quiere aumentar su producción de relojes, que actualmente está en unas 70.000 piezas al año, pero sí ir mejorando sus componentes y ampliar su número en cada mecanismo. Es decir, hacerlos más complejos y que a la vez sean más fáciles de utilizar por los clientes. Parece una contradicción, pero no lo es si se tiene en cuenta que Patek Philippe es el adalid de las complicaciones útiles y de sencillo manejo para el usuario.
El taller de grandes complicaciones
El taller de grandes complicaciones, ubicado, como decíamos, en la tercera planta y al frente del cual está el maestro Didier Farao, se puede considerar casi como una manufactura dentro de la manufactura, con gran independencia en el proceso de fabricación de componentes, acabados y pre-ensamblado.
Aquí se fabrican como mínimo el 50% de los componentes de un reloj de alta relojería, el resto son piezas comunes a otros relojes y se producen en otros departamentos. Hablamos de repetición de minutos, alarmas, gran y pequeña sonería, tourbillones, calendario anual, horas universales, cronógrafos con ratrapante e incluso relojes de bolsillo. Con todos estos componentes se hace un kit que se lleva al departamento de ensamblado de movimientos. Una vez ensamblados, los mecanismos se someten a un riguroso control que dura 15 días, que se amplía a tres semanas con el reloj ya acabado.
Más exhaustivo es el control de los repetición de minutos, que, una vez superados todos los procesos de calidad y afinado el sonido, se someten al oído de Thierry Stern, quien da el visto bueno o no. Entre un 5 y un 10% son rechazados y enviados de nuevo al taller. Afinar el sonido de un reloj de estas características requiere como mínimo una semana de trabajo paciente con pulso firme y gran pericia de un maestro relojero. Sólo ensamblarlo, paso previo a su afinación, necesita entre 200 y 300 horas de trabajo por parte de un relojero especializado.
Compromiso con la ciudad de Ginebra
No cabe duda de que este gran edificio sostenible y ecológico (por ejemplo, permite utilizar los desechos térmicos para calentar las instalaciones) anticipa el crecimiento de Patek para los próximos 20 ó 30 años. Y en palabras de la propia marca, asegura su independencia para las nuevas generaciones. Supone, además, la reafirmación del compromiso de Patek Philippe con la ciudad de Ginebra, en la que ancla sus raíces, y “la confianza en el futuro de la alta relojería combinando tradición e innovación”.