Cada vez que la industria relojera suiza está en crisis y tiene grandes dificultades para exportar sus creaciones al mundo, la abrumadora mayoría de los creadores parecen dejar atrás su talento. Así, durante los periodos de ralentización, los relojes se vuelven más austeros, incluso tristes, como si los que los crean no se atrevieran a incluir elementos lúdicos en ellos.

Ya lo he escrito muchas veces, la crisis nunca es buena. Y cualquiera que sea la rama industrial que practique una empresa, cuando la actividad se ralentiza, la creatividad hace lo mismo. Es como si los relojeros y demás creadores no quisieran mostrar que el talento y la belleza no han desertado de los relojes, y se contentan con proponer modelos que apelan a la seriedad, la durabilidad y el rigor. Así satisfacen a sus patrones que son los primeros en no correr ningún riesgo cuando la situación es adversa. Podría decirse que todo va bien y que la industria está lista para una larga travesía del desierto. Si se analiza esta actitud, parece la táctica del erizo, que, sintiéndose en peligro, se hace una bola y despliega sus púas para desalentar a los depredadores. Sin embargo, a pesar de este sofisticado sistema de defensa, ¡el depredador se come al erizo! Esto es muy desafortunado y, para todo el personal de las compañías que actúan de este modo, significa desempleo.

Felizmente, no todos los fabricantes de relojes se comportan así. No doy la lista de aquellos atraviesan los malos tiempos sin demasiado daño, pero para los más curiosos, baste decir que hay que mirar hacia los grandes grupos que siempre tienen alguna de sus marcas que navega a su aire. Y a menudo con éxito. No es porque el dinero no fluya que los relojes deban volverse tristes y aburridos. ¡Al contrario! Algunos relojeros, como el amigo Richard Mille o Raynald Aeschlimann, presidente de Omega, refuerzan su creatividad para dar a luz relojes no sólo lúdicos, sino también a la vanguardia de la tecnología. Estos dos ejemplos demuestran que la crisis no es una fatalidad que hay que dejar pasar sin moverse.

Hoy la relojería se despierta de una crisis que ha durado cerca de tres años. Por tanto, hay mucho trabajo que hacer, porque es esencial que las empresas demuestren que están listas para ofrecer relojes más “actuales”, más de “tendencia”. Para ello, las marcas juegan con colores, con esqueletos, con características especiales de visualización del tiempo, en resumen, están nuevamente listas para ofrecer casi todo lo que los clientes quieran.

Hoy los compradores, en su gran mayoría, quieren encontrar relojes, ciertamente clásicos y que tengan los últimos desarrollos técnicos, pero también lúdicos y coloridos. Si los relojes de precio más alto atraen a una clientela muy conocedora y bien informada, una buena parte de los aficionados a los relojes prefiere productos más coloristas y animados. Estos clientes no están a la búsqueda de innovaciones técnicas sofisticadas como las que encontramos en las grandes complicaciones. No dudan en comprar dos relojes, o incluso tres, con el espíritu que Swatch creó en sus inicios, en 1982, y que abogaba por cambiar de reloj cuando se cambiaba de camisa.

En cuanto al tamaño de los relojes, todo ha cambiado. De hecho, a principios de la década de 2010, los relojes tenían a menudo 44 mm de diámetro, o incluso 46 ó 48 mm para los modelos más grandes. Sin embargo, hoy parece que estas dimensiones ya no son “tendencia”. Finalmente, y esto es un auténtico placer para todos los creadores, la relojería ya no descuida a las mujeres, como ha venido ocurriendo durante cinco siglos de desarrollo relojero. Para ellas se crean relojes de todas las formas, resaltados por distintos accesorios y fundamentalmente por brazaletes elegantes y de fantasía. Y esto en todos los segmentos de precio. Los movimientos que animan estos relojes femeninos son en la mayoría de las ocasiones de cuarzo. En este terreno, justo es reconocer, que la casa ETA propone cosas absolutamente fantásticas, aunque no sólo ella; pero esta es otra historia…