Desde que la recuperación económica se ha iniciado, la relojería mundial demuestra que ha franqueado también el paso que la conducirá hacia nuevos desafíos. Pero no todo es de color de rosa, pues quien dice recuperación de la producción de relojes dice también recuperación de las falsificaciones. Y la falsificación, a largo plazo, es la muerte segura.

He aquí una opinión bien pesimista, dirán los que sólo se miran a sí mismos y no tienen ningún interés en ver el camino pavimentado de múltiples contratiempos. Necesitamos medios para luchar contra este fenómeno mortal a largo plazo. Y uno de estos medios es la vigilancia y la acción. Es así como la Federación de la industria relojera, la FH, observa cuidadosamente lo que ocurre en todos los países “productores” de objetos falsos.

En los países industrializados, los falsificadores proliferan alegremente. No temen demasiado las consecuencias, pues cuando un negocio de relojes falsos es desmantelado, una semana después renace de sus cenizas, quizá incluso en la calle de al lado. Y sí, esto pasa bajo las barbas de las autoridades. Pero también debemos saber que esas mismas autoridades no hacen nada para luchar contra la copia servil de los productos de prestigio. Aunque, cuando la falsificación representa unos 700.000 puestos de trabajo, como es el caso de China, no hay duda de que las autoridades destruyen allí decenas de miles para complacer al socio comercial que somos. Por donde puede, la falsificación desplega sus alas. En Europa, por ejemplo en España, dentro del marco de sus actividades de lucha contra las falsificaciones, la FH organiza cada verano un programa de acciones. En 2014 este programa se dirigió a cuatro regiones: las islas Canarias, las islas Baleares, la Costa del Sol y la Costa Brava. Las acciones de la FH tuvieron éxito, ya que se pudieron incautar más de 3.700 relojes falsos en distintos mercados, de los que 1.600 se incautaron en Tenerife. Aunque las falsificaciones siguen muy presentes en España, los esfuerzos realizados desde 2007, en colaboración con partenaires locales, tienen resultados satisfactorios.

Pero en Italia las falsificaciones continúan muy activamente. El 11 de julio de 2017, después de una investigación bien conducida, el fiscal de la República italiana llevó a cabo una operación enérgica en el área que se extiende desde Prato hasta Empoli, cerca de Florencia. Los jefes de los talleres, ocho ciudadanos chinos, fueron detenidos. En cuanto a la mercancía incautada, dispersa en varios sitios, impresiona por las cantidades. Con respecto a los productos de relojería, se incautaron más de 600.000 componentes, de los que 15.000 eran relojes terminados en espera de ser entregados.

Es un muy buen resultado haber conseguido obtener un stock de piezas terminadas que iban a ser colocadas en distintos mercados. Pero las falsificaciones no se detienen con enérgicos golpes esporádicos, sino luchando contra ellas todos los días. En Italia, por ejemplo, se colocaron miles de carteles en las zonas turísticas, explicando que la falsificación era un delito y que, por lo tanto, estaba totalmente prohibida. A pesar de esto, en lugares muy turísticos, no se puede impedir que los vendedores ambulantes sigan ofreciéndolas. Esto ocurre cada día. Hoy, los policías que vigilan no tienen la misión de detener a los vendedores ambulantes. Cuando ven que se está llevando a cabo una operación, por ejemplo, en el caso de un vendedor que quiere vender un reloj, el policía espera pacientemente a que se realice la operación. Cuando ha finalizado la transacción y los protagonistas se separan, el policía interroga al turista comprador del reloj falso, mostrándole los carteles en los que se prohibe hacer tales compras. Además, se incauta del reloj para su destrucción y pone una buena multa al comprador que, escaldado, no regresará allí. Finalmente, para terminar esta pequeña descripción, también hay que recordar que, de vez en cuando, las autoridades francesas, por ejemplo, montan una operación antifalsificación en las autopistas. Paran al mayor número posible de coches y controlan si contienen artículos falsos. Si este es el caso, nos solamente son destruidos los objetos delante de sus compradores, sino que éstos son condenados a una multa importante.

Esto es fundamentalmente lo que quería decirles sobre el tema, queridos lectores. En tanto que admiradores de la buena relojería, ustedes y yo nos esforzamos por decir y repetir constantemente que confiar en los productores de objetos falsos es un error mayúsculo. Y además, también debería saberse, que estos “fabricantes” son gánsteres que no dudan en recurrir a la violencia contra quienes no están de acuerdo con ellos, aunque sean niños.

En tanto que admiradores del genio creativo de los auténticos relojeros, debemos rendirles homenaje no aceptando jamás comprar, regalar o llevar un reloj falso. Despertarse por la mañana sintiéndose cómplice de un delito no es, en mi opinión, una buena manera de comenzar el día.