Reservados a las más prestigiosas manufacturas, los relojes con repetición de minutos y sonería son una de las más bellas, exclusivas y difíciles complicaciones del arte relojero. Todo una proeza técnica y poética. Pero, ¿cómo funcionan y dónde tienen su origen?
Cuando se inventaron los primeros relojes, la indicación y la comunicación de la hora la hacían los relojes de la torre de las iglesias. Así cada uno, rico o pobre, sabía la hora que era, ya fuera echando un vistazo a la torre o prestando atención al sonido de la campana que indicaba el cambio de hora.
Después, con el paso del tiempo, los relojes descendieron de las torres para ganar los hogares, primero bajo la forma de péndulos y después, gracias a los chalecos de los caballeros, bajo la forma de relojes de bolsillo. Aunque la reducción del tamaño de los guardatiempos permitió su popularización, había todavía que resolver algo importante: ¿cómo se leería la hora durante la noche?
En la época, evidentemente, no era cuestión de ponerle tritio a las agujas ni tampoco se podía encender el interruptor de la lamparita de la mesilla. Para saber qué hora era en mitad de la noche era preciso encender una vela o una lámpara de aceite, coger el reloj y mirar la posición de las agujas. Sí, se tenía la información, pero lo menos que podemos decir es que no era nada fácil.
Sin embargo, como los relojeros tienen vocación de buscar siempre mejorar la calidad y las prestaciones de los relojes, imaginaron que podrían dotar sus guardatiempos con sistemas sonoros que recordaran los relojes de las torres de las iglesias. Así, en Inglaterra, el relojero Edward Barlow desarrolló en 1676 un sistema de sonería dotado con la famosa campana y cremallera. Pero otro relojero inglés reclamó la paternidad. Fue Daniel Quare quien depositó una patente por esta invención en 1687. El paso del péndulo de repetición al reloj de repetición no fue nada fácil.
Inventada en 1750 por Thomas Mudge, la repetición de minutos es un mecanismo integrado en un reloj que indica, a petición, la hora exacta a través de un complejo sistema de sonerías. Los sonidos provienen de un pequeño martillo que golpean una campana en miniatura, llamada timbre, trás la detección de la hora por un dispositivo. Las horas suenan con una nota grave, los cuartos de hora se indican con una nota grave seguida de otra aguda, y, finalmente, cada minuto (hasta catorce) se expresa con una nota aguda. El conjunto de las notas permite contar el número de horas, los cuartos de hora y los minutos. Pero fue necesario esperar hasta 1789 y al trabajo del gran relojero Abraham Louis Breguet para ver nacer los relojes de repetición con un funcionamiento idéntico al de los de hoy en día.
Conviene precisar que la función de repetición minutos es una de las complicaciones más difíciles de realizar y una de las más exclusivas de todo el oficio relojero. Miniaturizar en formato reloj de pulsera la repetición minutos se impone como una de las grandes proezas del arte relojero. Los guardatiempos deben poseer una «memoria mecánica» que les permite saber en todo momento cuántos toques deben sonar. Para ello, integran un sistema muy complejo de «palpadores» que toman las informaciones de los «caracoles» de las horas, los cuartos y los minutos con el fin de transmitirlas a las «levas» que elevan los martillos.
Los relojeros debían igualmente tener un excelente oído musical para ajustar los timbres como en cualquier instrumento. La repetición de minutos está generalmente dotada de dos timbres, uno grave para las horas y otro agudo para los minutos; los cuartos se indican por la sucesión de dos sonidos agudo-grave. Para activar la sonería basta con presionar sobre un pulsador alojado en la caja o tirar de un pequeño gatillo.
Prueba de muy alta relojería, la repetición minutos permanece como el feudo de un pequeño número de manufacturas y de artesanos. Y hoy vuelve a ocupar un lugar muy destacado entre las complicaciones. Los relojeros no cesan de miniaturizar y perfeccionar el mecanismo, proponiendo sistemas inéditos, ya se trate de los golpes de los martillos, de la transmisión de las vibraciones, del modo de armado de la sonería o de la calidad del sonido. Nuevas vías para una complicación a la vez técnica y poética.
Existen varios tipos de relojes de sonería. Lo primero de todo es diferenciar dos grandes familias: los relojes repetición minutos y los relojes con sonería. En el primer grupo encontramos la repetición de cuartos: suena a petición un toque grave por cada hora y un doble toque agudo-grave por cada cuarto de hora.
En la repetición de medios cuartos suena a petición un toque grave para las horas, un doble toque agudo-grave para los cuartos de hora y un toque agudo para la segunda mitad del cuarto (de 7 minutos y 30 segundos).
En cuanto a la repetición de cinco minutos, existen dos variantes. En la primera suena a petición un toque grave para las horas y un toque agudo para cinco minutos, sin dar los cuartos de hora. En la segunda variante suena, también a petición, un toque grave para las horas, un doble toque agudo-grave para los cuartos de hora y un toque agudo para los cinco minutos posteriores al cuarto.
En la familia de los relojes con sonería, se distinguen tres tipos: «gran sonería», en la que suenan automáticamente las horas y los cuartos; «pequeña sonería», en la que por regla general suenan sólo las horas automáticamente; y posición de «silencio», en el que el mecanismo de sonería está apagado o inmobilizado. No obstante, cualquiera que sea la posición elegida, la gran sonería puede indicar a petición, con el simple gesto de activar un pulsador o un gatillo, las horas, los cuartos de hora y, según el tipo de repetición, los minutos.
La repetición a carrillón se distingue de todas las demás por que tienen al menos tres timbres con tonos distintos. El término «carrillón» procede de la palabra «cuarto». Y es que originariamente un carrillón designaba un conjunto de cuatro campanas que sonaban con diferentes tonos. Por extension, se aplicó a los tipos de sonería que permitían varios tonos.
Finalmente, otra categoría interesante es el reloj con música, que hace sonar automáticamente una melodía, siempre la misma, a cada hora. Por supuesto, se puede repetir a voluntad.
Desde hace un tiempo, los relojeros no cesan de reinterpretar los relojes con sonería, multiplicando las proezas técnicas y las innovaciones. Cada manufactura busca conseguir el sonido más puro y más profundo, objetivo cada vez más difícil teniendo en cuenta que las cajas de los relojes de pulsera son estancas y más pequeñas que las de los relojes de bolsillo.
En esta búsqueda por el sonido perfecto una cosa es cierta: la fascinación por los relojes con sonería se mantiene intacta y envuelta en un halo de misterio, alimentado por el recuerdo de los antiguos relojeros que realizaban en la intimidad de sus casas y con toda humildad las más bellas creaciones relojeras.